Claudia Poblete Olmedo es una destacada especialista en lingüística aplicada. Tiene una vasta trayectoria en la docencia, la investigación y la consultoría en múltiples organismos públicos de diversos países de Iberoamérica. Participó como capacitadora en el Programa Internacional de Formación en Lenguaje Jurídico Claro del Poder Judicial de Córdoba (Argentina). JusCom dialogó con ella sobre la importancia del lenguaje claro en el ámbito judicial, su evolución y su impacto, tanto en la confianza ciudadana como en el efectivo acceso a la justicia.
– ¿Por qué es importante que los poderes judiciales trabajen temas de lenguaje claro?
– Creo que es importante por muchas razones. En primer lugar, por un tema de transparencia. La ciudadanía, en Latinoamérica, está cada vez más empoderada de sus derechos y deberes. Cada vez tiene una mirada más crítica sobre los sistemas de justicia y, en general, sobre la administración. Por lo tanto, incorporar políticas o estrategias que apunten hacia la claridad del lenguaje y de la comunicación con los usuarios va a mejorar una relación con sus públicos, en términos de la confianza. Cuando no entendemos lo que nos dicen, desconfiamos. Si trabajamos en clarificar esa comunicación, las personas van a confiar más. En segundo lugar, por un tema de acceso a la justicia. Hay varias normas de la Cumbre Judicial Iberoamericana (por ejemplo, las Reglas de Brasilia o la declaración final de la Cumbre de Asunción en 2016) que tratan, específicamente, sobre el lenguaje claro y el derecho del ciudadano a comprender la justicia. Por lo tanto, no se trata tan sólo de que yo quiera hacer esto, sino que hay un deber. Un deber de los poderes judiciales de hacer más accesible las resoluciones y de escribir con claridad.
– ¿Las redes sociales tienen alguna relación con esta necesidad de clarificar la comunicación?
– Las personas ya no somos las mismas que hace 10 años. Las redes sociales nos han transformado. No podemos seguir comunicándonos como hace 10 años. La gente demanda otro tipo de comunicación porque si no, lamentablemente, se va a desahogar por otros canales, que no son buenos tampoco para la imagen de los poderes judiciales. Se va a X (Twitter), a Instagram, a lo que en Chile denominamos las “funas”, es decir, el escrache público. Y eso no es positivo para la sociedad. Hace unos meses hubo un corte de luz grande en Santiago por mal tiempo. La gente estuvo sin luz varios días. Incluso, murieron algunas personas electrodependientes. En las redes sociales, por supuesto, la gente reclamaba por la falta de luz; pero reclamaba aún más por la respuesta que les había dado la empresa a cargo del servicio. Ésta no había sido clara, los derivaba a un chatbot al que no se le entendía. Eso va generando más frustración en las personas. Y creo que el lenguaje claro puede ayudar a hacer esta relación con la ciudadanía más sana.
– ¿Cómo ve el avance del lenguaje claro en Latinoamérica?
– Ha avanzado bastante más rápido los últimos años. Pienso en 2007, cuando era una iniciativa en México que se llamaba “lenguaje ciudadano”; o en 2011, cuando se presentó el estudio de la modernización del lenguaje en España. Desde entonces hasta 2020, el avance fue bastante más tímido. Se conocía poco de las iniciativas. Pero con las redes de lenguaje claro locales y, también, con la creación de la Red Panhispánica de Lenguaje Claro, el tema se ha instalado en la agenda pública. Y eso ha hecho que se despierte una línea interesante y necesaria para el lenguaje claro, que es el ámbito académico. En lo personal, desde una mirada de la lingüística, antes te dedicabas a este tema casi como un hobby. Hoy, en cambio, cada vez veo más lingüistas que se interesan, que investigan o que tienen propuestas en esta área. Entonces, creo que ha habido un avance en los últimos cinco años bastante más rápido.
– ¿Cuáles son los procedimientos que no pueden faltar para que un texto sea claro?
– Lo fundamental es que las personas sepan redactar un buen párrafo. Lo que digo se apoya en diversas investigaciones; pero también en el día a día, en la experiencia. Para mí, la estructura, la sintaxis, es fundamental a la hora de hablar del lenguaje claro. Siento que mucha gente se concentra sólo en lo terminológico, en los términos técnicos, que no está mal, es una arista. Pero la estructura de la construcción, la estructura del párrafo, es muy perversa para todos los lectores. No sólo para aquellos que no tenemos conocimiento del ámbito judicial. A la unidad “párrafo” hay que trabajarla de manera directa ya en las universidades. Se podrían dar herramientas para romper con ese prototipo de párrafo tradicional, que es tan perverso para la comprensión por parte de cualquier persona frente a una resolución judicial. Para mí ese elemento es clave.
– Además de la lingüística y el derecho ¿qué otras disciplinas pueden complementar esta perspectiva de la clarificación?
– En primer lugar, creo firmemente en que el trabajo en políticas de clarificación del lenguaje tiene que ser interdisciplinario. Si estamos en lo jurídico, claro, debe haber un abogado, también un lingüista. Pero, además, necesitamos de otras disciplinas; por ejemplo, del periodismo y de la comunicación, de antropólogos, de gente que trabaje del área del diseño, incluso de disciplinas que pueden provenir de ámbitos que son más lejanos a las ciencias humanas, como puede ser ingeniería. Creo que eso fortalece las políticas del lenguaje claro porque son miradas distintas. Yo menciono siempre la “maldición del conocimiento”. Quizás los lingüistas o los juristas no vemos ciertas cosas que otros profesionales sí pueden ver. El trabajo conjunto es vital. Hay un mundo por descubrir y por trabajar en pro de la ciudadanía. Y, en ese sentido, creo que mientras más disciplinas estén a cargo, vean o miren la claridad del lenguaje, más se va a beneficiar a los usuarios.
– ¿Considera importante involucrar dentro de esta interdisciplina a profesionales de informática?
– Por supuesto, podemos ganar mucho con herramientas digitales o de inteligencia artificial, etcétera. Los profesionales de la informática nos pueden ayudar mucho, pero tiene que haber un trabajo muy colaborativo. En mi experiencia al implementar un asistente de redacción para estudiantes de Derecho, encontré muy difícil transmitir lo que necesitaba. Hasta que trabajé con un profesional que tenía, además, alguna formación en lingüística y fue mucho más expedito y rápido el trabajo. Es decir, tiene que ser un trabajo colaborativo, de manera que haya una conversación, un diálogo para que ese recurso o esa implementación digital que tú quieras hacer, sea un verdadero aporte para mejorar la claridad en la comunicación judicial.
Publicado en Comercio y Justicia
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